La Mente de Gaia

La mente de Gaia

Adrián Villaseñor Galarza

Es quizá la participación de todas las especies que hacen de la capa mental planetaria el enorme e invaluable tesoro de misterio que alimenta nuestros sueños y anhelos. El Ser esencial de nuestra humanidad, el centro de bienestar y auto-realización de nuestra psique, se encuentra en perenne comunión con la mente de Gaia.

Gaia o Ge, la diosa Griega de la Tierra, ha atraído una gran atención en las ultimas décadas. Desde la ciencia al Wicca, desde el mito a la espiritualidad, Gaia ha hecho firme presencia en la imaginación colectiva de nuestra especie, manifestándose con particular fuerza en el renacimiento del sagrado femenino, en el movimiento ecofeminista y hasta se ha infiltrado a la ciencia tradicional con el disfraz de “ciencia sistémica terrestre.”  En la teogonía de Hesíodo, Gaia es el primer ser que emergió del vacío del Caos y de ahí en delante serviría de matriz para la creación de mortales y dioses. Después de dar a luz al Tártaro (el nivel mas bajo del inframundo) y Eros (el dios del amor y la belleza), Gaia dio origen a Urano (el cielo) y Ponto (los mares y océanos). Al copular con Urano, Gaia fue madre de dioses, titanes, cíclopes y gigantes armados, eventualmente creando un sinnúmero de creaturas terrestres, incluyendo los humanos.

El olvido

En la gran mayoría de sociedades pre-industriales, Gaia y otras expresiones del sagrado femenino conformaban la matriz de la cual todo emergía y constituían la fuerza primordial de vida. Sin embargo, después de una serie de eventos que incluyen el uso controlado del fuego, el nacimiento de la agricultura y asentamientos centralizados (Ej. ciudades), el advenimiento de una rígida jerarquía social, el uso del alfabeto, y el énfasis marcado en la objetividad, avance tecnológico y materialismo característico de la Revolución Científica, Gaia fue forzada a habitar los recesos de la represión humana. Este monumental olvido ha contribuido a una degradación ambiental paralela solo a antiguas catástrofes geológicas en la evolución de la Tierra como el impacto de un meteorito hace 65 millones de años que extinguió la mayoría de formas de vida. Al paso del tiempo, la terrible explosión abrió paso para la evolución de los mamíferos al extinguir a los antes dominantes dinosaurios.

Pensadores y visionarios mantienen que quizá el único camino para la evolución de las sociedades actuales es por medio de un reconocimiento y celebración de la presencia de Gaia. En palabras de Terence McKenna, “tomar el siguiente paso evolutivo, el Resurgimiento Arcaico, el renacimiento de la Diosa, y el final de la historia profana son agendas que implícitamente contienen dentro de sí mismas la noción de nuestra participación con la emergencia de la mente vegetal.”1 Nuestra complicidad con la “mente vegetal” se puede entender como el profundo reconocimiento de la red sintiente, pulsante e interconectada de la Tierra, la mente de Gaia. Pienso firmemente que no existe un solo enfoque o solución panacea para despertarnos de nuestro estupor y distanciamiento de la mente de Gaia, sin embargo, aquellas propuestas que nos invitan a experimentar de manera directa la inteligencia de la Tierra guardan gran potencial.

El recuerdo

De especial relevancia en la tarea de reconectar con la mente de Gaia son las tecnologías provenientes de la diversidad de etnias indígenas de la Tierra. Habiendo sido creadas y refinadas a través de generaciones y miles de años de contacto directo con la naturaleza, las avenidas de comunión con la Tierra practicadas por los ancestros de la humanidad industrial proveen significado y dirección a través de visiones que sirven de guía para recrearnos en vías a una existencia sustentable. Lejos de ser arcaicas u obsoletas, las lecciones por aprender de comunidades indígenas son variadas e incluso críticas para nuestros tiempos.

Visiones mas comprehensivas de la Tierra también han surgido del ámbito de la ciencia y la cultura occidental. El trabajo sistémico de Gregory Bateson postula la existencia de un patrón guía encargado de la conexión, organización y comportamiento no sólo de nuestra especie sino de los diferentes ecosistemas de la Tierra. “Que patrón,” pregunta Bateson, “conecta al cangrejo con la langosta y la orquídea con el narciso y a los cuatro conmigo? Y a mi contigo?”2 El patrón es la mente misma: una inteligencia colectiva y conectiva que dinamiza los ciclos energéticos y materiales del planeta. La Tierra en su totalidad es un ecosistema eco-mental.

Recientes estudios dan confirmación a la existencia de una especie de inteligencia planetaria a la que me he referido como la mente de Gaia. Haciendo alusión a la antigua diosa Griega, la teoría Gaia dio a conocer que la Tierra ha sido capaz de auto-regularse y auto-mantenerse a pesar de constantes cambios externos. La habilidad de mantener condiciones internas constantes a pesar de un medio externo cambiante es una de las principales características de la vida y es también expresada por la matriz planetaria, la Tierra. Esta habilidad implica la existencia de una inteligencia innata que quizá sea tan solo una dimensión de la mente de Gaia.

Se ha propuesto una quinta capa de naturaleza mental a las cuatro ya conocidas que conforman la estructura o cuerpo de la Tierra (litosfera, hidrosfera, atmosfera, biosfera). Esta capa o envoltorio mental conocida como la noósfera emergió en el periodo Terciario debido al incremento y diversificación de los primates antropoides y su capacidad de auto-reflexión, de acuerdo al paleontólogo y jesuita Teilhard de Chardin. Sin embargo, si consideramos que la capacidad de auto-regulación antes mencionada es la firma de la vida es necesario proponer que la mente de Gaia se remonta millones de años atrás a finales del Eón Arcaico cuando los clanes bacterianos llegaron a un nivel de diversificación y abundancia máximo el cual les permitió entrelazarse metabólicamente con la Tierra entera. El mismo Teilhard nos recuerda, “Reconozcamos francamente, de una vez por todas, que en cualquier imagen realista de la historia mundial, el advenimiento del poder del pensamiento es tan real, especifico y grandioso como la primera condensación de la materia o la aparición de la vida.”3

El psicólogo suizo Carl Jung propuso la existencia de una especie de mente colectiva o “inconsciente colectivo” populado por símbolos y fuerzas organizantes pertenecientes a toda la humanidad. El inconsciente colectivo provee de vida y dinamismo a la mente de tal manera que en su ausencia la psique humana estaría desprovista del trasfondo necesario para llevar acabo una vida plena y en posibilidad de satisfacer nuestros impulsos más íntimos. De forma similar, se ha propuesto la existencia de regiones invisibles de influencia responsables por la organización de la materia en todos sus niveles. La hipótesis de la resonancia mórfica del biólogo Rupert Sheldrake indica que regiones de influencia conocidas como “campos mórficos” sirven como factores organizantes en la evolución física, química y biológica de nuestra especie, la Tierra y el universo. Al ser capaces de registrar información y cambiar su estructura en base a ello, pareciera que los campos mórficos constituyeran una especie de memoria natural.

La ecopsicología se basa en la existencia del vínculo psicológico y evolutivo que existe entre el Homo sapiens, especies no-humanas y Gaia. La mente humana ha evolucionado por miles de años en contacto cercano con la vida más-que-humana y su devenir, de tal manera que aún en sus niveles más recónditos, la mente es nutrida y sostenida por la Tierra. Si la raíz de la psique humana es hallada en la profundidad de la Tierra, como la ecopsicología propone, el inconsciente colectivo, fuente de inspiración y salud, no esta confinado a nuestra especie sino que es un una expresión de la mente de Gaia. Es quizá la participación de todas las especies que hacen de la capa mental planetaria el enorme e invaluable tesoro de misterio que alimenta nuestros sueños y anhelos. El Ser esencial de nuestra humanidad, el centro de bienestar y auto-realización de nuestra psique, se encuentra en perenne comunión con la mente de Gaia.

El desafío

Sin duda, Gaia seguirá teniendo una gran influencia en nuestras vidas, ya que su presencia y mente es antiquísima. La transición vivida en nuestros tiempos a una mayor coherencia e intercomunicación global es entendible como una mutación a un nivel más profundo de auto-reflexión planetaria. Son tiempos en verdad extraordinarios. La pregunta es: ¿Dejaremos que la magnánima presencia de Gaia siga existiendo en constante represión? La aparente separación de la matriz que parió la humanidad ha acarreado grandes triunfos evolutivos evidentes en los logros de las sociedades industriales, los cuales han también causando enorme sufrimiento y destrucción en el resto del planeta. La paradoja es que, gracias a ello, el humano se ha vuelto planeta. La tarea es reconocer la mente de Gaia en nuestra humanidad—visitar una y otra vez ese hermoso paraje y contribuir a su reverdecimiento.


1 Terrence McKenna, The Archaic Revival. (New York: Harper Collins, 1991), 219.

2 En: Nancy Todd, A safe and sustainable world: The promise of ecological design. (Washington, DC: Island Press, 2005), 77.

3 Teilhard de Chardin, The vision of the past. (New York: Harper and Row, 1966), 167.

Adrián Villaseñor Galarza

Me apasiona la transformación humana al servicio de la Tierra viviente para develar la expresión regenerativa de nuestros potenciales profundos.