Naturaleza, Alquimia y el Viaje del Alma

Naturaleza, alquimia y el viaje del alma

Adrián Villaseñor Galarza

La naturaleza, para los alquimistas, es un magnifico templo que resguarda los mas íntimos secretos de la experiencia humana y del saber que nos lleva al libre desplegar de las alas del alma.

En búsqueda de significado y guía, la naturaleza provee consejo como ningún otro. La naturaleza nos muestra como llevar alivio al tedio que en veces envuelve por completo las entrañas de la condición humana, pero es necesario acercarse a ella con una actitud de reverencia y respeto como nos invita la tradición alquímica. La naturaleza, para los alquimistas, es un magnifico templo que resguarda los mas íntimos secretos de la experiencia humana y del saber que nos lleva al libre desplegar de las alas del alma. Para el alquimista, la mente y el mundo descansan en el mismo regazo y el adentrarse en las indómitas junglas del ser, significa la posibilidad de recuperar la esencia humana. Afortunadamente, en la alquimia existen mapas y recuentos que apoyan a aquel que quiere emprender el más valioso de los viajes; el descubrimiento de la esencia humana en fraternidad con la naturaleza.

El oro del alma

El objetivo de la alquimia es la transmutación de los metales, el refinamiento del pesado plomo al brillo y ligereza del oro. Visto desde una perspectiva psico-espiritual, éste objetivo es similar a la transformación de nuestro común estado de ser, grandemente basado en la estructura restrictiva llamada ego, a una estructura conscientemente mantenida en unidad y totalidad que el psicólogo Carl Gustav Jung denominó como el Ser. De esta manera, el proceso de cambio del plomo al oro en nuestro interior comienza con un estado de ser determinado (un aspecto del ego) que será transmutado a su expresión ultima (el Ser). La conclusión del proceso está representada por la creación de una misteriosa presencia capaz de realizar las proezas más increíbles y develar la esencia del ser humano, la Piedra Filosofal. Jung concibió el viaje del ego al ser como un proceso de individuación en el que las partes conscientes e inconscientes de nuestra psique o alma se fusionan, mismo que los alquimistas denominaron la Gran Obra.

Para el lector que no esta familiarizado con el trabajo de Jung, lo arriba mencionado requiere mayor explicación. Aludo a Jung ya que fue gracias a su trabajo que la alquimia vio un resurgimiento en la sociedad Occidental al ser utilizada como una herramienta psicológica valida. Jung observó que la psique estaba compuesta de tres sectores principales: la parte consciente, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo. La parte consciente es aquella que nos define, que delimita el “yo” al cual me he referido arriba con el nombre de “ego” y que circunscribe nuestro centro de identidad. El inconsciente personal está formado por contenidos (sentimientos, hábitos, memorias) que alguna vez fuimos conscientes de ellos, pero que ahora han sido reprimidos u olvidados. Por último, el inconsciente colectivo es un legado psíquico, ancestral y comunal, que informa y mantiene los demás aspectos de nuestra psique a través de imágenes, símbolos y distintas fuerzas organizantes.

Es importante mencionar que el inconsciente, tanto personal como colectivo, se le denomina de tal manera gracias a la relación que guarda con el ego. El ego cree ser el gran regente del mundo interno, siendo que el inconsciente colectivo es tan extenso que el ego es como una ínfima estrella en el vasto firmamento del inconsciente. Es en ese gran espacio donde dioses, sueños, mitos, y aquellas cuestiones relegadas al ámbito de la religión y la espiritualidad habitan. Habiendo clarificado esto, quizá sea un tanto más sencillo comprender la misión de los alquimistas de convertir e integrar el inconsciente en sus vidas diarias. “Tomada como un todo, la alquimia provee un tipo de anatomía de la individuación.”[1] Es posible pues decir que la individuación, el viaje del ego al Ser, la fusión del inconsciente con el consciente, es una transformación alquímica que acarrea consigo satisfacción, gozo y el potencial de la auto-realización.

Descubrimiento primordial

Aunque el proceso de creación de la Piedra Filosofal puede ser tan variado como personas en el planeta, los antiguos alquimistas, mediante sus meditaciones, encontraron cuatro etapas principales. Estas etapas fueron asociadas con distintos colores, tal como lo propuso el gran filosofo Heráclito: negro (melanosis), blanco (leukosis), amarillo (xanthosis) y rojo (iosis). En conjunto, las distintas etapas conforman un mapa de la psique humana embarcada en un viaje de auto-conocimiento y muestran las características, obstáculos y regalos inherentes a cada una de ellas. Aunque es posible que estas etapas no se presenten de forma lineal, la presencia de la prima materia o la sustancia original es imprescindible para realizar la Gran Obra.

La prima materia es una misteriosa substancia que todo alquimista afanosamente busca. Irónicamente, se dice que reside en todo lugar y que constituye el caos u océano original que baña al mundo material. El vislumbrarla es como un deja vu que nos informa que existe algo mas allá de lo que normalmente estamos dispuestos a reconocer. El reconocimiento de la prima materia hace sentir una enorme reverencia y gratitud ya que al proporcionar una perspectiva de inigualable profundidad pone en evidencia incontables aspectos de la vida previamente ignorados. Es posible decir que el descubrimiento de la prima materia, o al menos un aspecto de ésta, es la realización de la existencia de nuestra alma y de su profundo anhelo de ser escuchada.

Universos enteros abren su telón frente aquel que ha encontrado la prima materia. Ahora, el trabajo está por comenzar. Es ahí en el arcaico territorio interior que todo lo baña, que una variedad  de elementos surgen a la superficie: material psicológico burdo y tosco que busca ser liberado de su pesadez. Pareciera como si el propósito íntimo o el telos del material psicológico estuviera alineado a los poderosos gemidos del alma en búsqueda de purificación y refinamiento. Una vez que comenzamos a observar la pesadez psicológica, grandemente derivada del accionar del ego, el alquimista, en su laboratorio interno, los “cocina” manteniéndolos en su campo consciente de atención. Es entonces cuando la primera etapa de la Gran Obra se hace vigente y las voces de lo natural se hacen audibles una vez más.


1 Edinger, E. (1994). Anatomy of the Psyche: Alchemical Symbolism in Psychotherapy. Peru, IL: Open Court., p. 2

Autor

Adrián Villaseñor Galarza

Me apasiona la transformación humana al servicio de la Tierra viviente para develar la expresión regenerativa de nuestros potenciales profundos.

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