Introducción a la ecología profunda
Adrián Villaseñor Galarza
Un ser humano forma parte del todo, llamado por nosotros “universo,” una parte limitada en el tiempo y el espacio. Pero, en una especie de ilusión óptica de la conciencia, se experimenta a sí mismo, a sus pensamientos y a sus sentimientos como algo separado del resto. Esta ilusión constituye una especie de prisión que nos circunscribe a nuestros deseos personales y al afecto por unas pocas personas cercanas. Nuestra tarea debe apuntar a liberarnos de esta prisión ampliando el círculo de nuestra compasión hasta llegar a abrazar a toda criatura viva y a toda la belleza de la naturaleza.¹
Albert Einstein
¿Alguna vez has reflexionado en cómo seria tu vida si la vivieras de una manera que honrara el bienestar de otras especies, sin importar su forma, tipo o utilidad? Te has preguntado, honestamente, si serías capaz de adoptar nuevas costumbres a sabiendas de que tus hábitos actuales afectan innecesariamente el bienestar de tu planeta. Este tipo de preguntas o “cuestionamientos profundos” fueron los que llevaron al filósofo Noruego Arne Naess a inaugurar el movimiento de la ecología profunda. En un ensayo titulado “Lo superficial y lo profundo, movimiento ecológico de largo alcance” publicado en 1973,² Naess cuestionó el valor y efectividad de los movimientos ambientales modernos, considerando que sus estrategias de resolución de problemas ambientales operaban desde una óptica superficial. Esto es, proponían soluciones de corto plazo a retos complejos e interconectados. En ocasiones, mas que contribuir con soluciones, las estrategias sólo complicaban y politizaban la problema inicial. Por ello, Naess formula una ecología que busca encontrar soluciones tomando en cuenta las arraigadas pautas culturales y existenciales que dieron origen a la problemática ambiental bajo estudio. La ecología profunda emergió a mediados de los 70’s con un cuestionar profundo y con el objetivo de proponer soluciones de largo alcance.
El naciente movimiento unió a un sinnúmero de personas y profesionistas de diferentes ámbitos en un fin común: el frenar el gran daño que la especie humana infligía al planeta. La crítica principal de Naess hacia lo que consideró como “ecología superficial y de corto plazo” fue su enfoque antropocentrista, es decir, la tendencia de los seres humanos a considerarse las entidades centrales y más importantes, con un valor moral que asciende por encima de todo. El universo mismo es visto, medido y organizado exclusivamente en base a las necesidades humanas. Un ejemplo concreto facilita una mejor comprensión de la perspectiva antropocéntrica reinante en las sociedades industriales.
En el río existo
Supongamos que una empresa maquiladora vierte ilegalmente sus desechos de producción sin procesar al río local el cual es la fuente principal, corriente abajo, de un proyecto de agricultura orgánica. En el mejor de los casos, la ecología superficial abordaría el problema con el objetivo de mejorar la salud de los consumidores de los productos orgánicos de la empresa agricultora y continuar los flujos económicos de ambas empresas en pos del “bienestar” de la región. Sería un gran triunfo lograr que la maquiladora procesara sus desechos antes de introducirlos a los ecosistemas locales. No obstante, la meta de la ecología profunda sería diferente.
Un enfoque profundo pondría en tela de juicio los supuestos beneficios que la empresa maquiladora acarrea a nivel socio-ecológico al proponer un modelo alternativo de producción basado, por ejemplo, en la capacidad de carga del ecosistema ribereño. De igual forma se abogaría por una re-distribución local de los bienes provenientes de la maquiladora, evaluando la viabilidad de la empresa en el contexto de la salud e integridad de los habitantes de la bio-región (humanos y no-humanos).
La principal postura de una perspectiva superficial sería que la maquiladora contribuye activamente al desarrollo de la región a través de la creación de empleos y un influjo económico constante, por ende haciéndola indispensable para la subsistencia de la comunidades aledañas. Esta contribución, desde la perspectiva profunda, es demasiado costosa, ya que debilita las fuentes naturales de verdadera riqueza, además de imponer un sistema de creencias basado en valores divorciados de la realidad ecológica.
La ecología profunda quizá propondría re-localizar la maquiladora, proponiendo diferentes avenidas de vivienda y subsistencia como el aprovechamiento consciente de los recursos locales, la creación de cooperativas y economías locales o actividades que atraigan intercambio con otras regiones por medio de la conservación de los ecosistemas de la región. Esencialmente, el enfoque profundo pugnaría tanto por la salud de los consumidores de los productos orgánicos como por los habitantes aledaños al río, la flora, fauna y microbiota que depende o habita en el río y, ultimadamente, por toda vida en el planeta.
La separación radical del humano y su entorno que deviene de la visión antropocentrista nos convierte en Homo economicus, meramente preocupados en maximizar las ganancias monetarias a cualquier costo. La ecología profunda intenta revertir esta conversión reduccionista y simplista y hacer honor al titulo de nuestra especie, “humanos sabios” (Homo sapiens). Esta sabiduría no depende de una posición privilegiada en la red de la vida, sino del reconocimiento de formar parte activa de los ciclos biogeoquímicos que energizan el funcionamiento del planeta.
Así, la ecología profunda se asienta en una visión ecocéntrica en la que la totalidad interdependiente de la vida, y no el humano, pasa a tomar el rol central. La ballena, el mono, la lombriz y el fitoplancton comparten el mismo derecho básico de vivir, independientemente del valor que pudieran tener en las cadenas económicas. La gradual disolución de la barrera entre lo humano y lo no-humano propicia un sentido de empatía y conexión con la red de la vida que permite el reconocimiento de la subjetividad de todos los seres y la totalidad planetaria.
La ecología profunda concede un cambio radical al abordaje de los problemas ambientales mediante tres maneras principales:
- Libera al humano de su alienación y abultada importancia.
- Concede un valor intrínseco al resto de las especies, prestando atención a nuestra inevitable conexión con ellas.
- Fomenta una actitud de reverencia y gratitud en nuestro caminar por la Tierra.
Regresando al ejemplo del río y la maquiladora, podemos ahora observar con mayor lucidez el cambio de perspectiva que ofrece la ecología profunda. Al cambiar “selva lluviosa” por “río,” la siguiente cita del ambientalista Australiano John Seed nos ayuda a elucidar la posición ecocéntrica y profunda de la propuesta de Naess:
“Estoy protegiendo la selva lluviosa’” se transforma en “Soy parte de la selva lluviosa y me protejo a mí mismo. Soy parte de la selva lluviosa que recientemente alcanzó la autoconsciencia.’” ¡Que alivio, entonces! Se acabaron los miles de años de una imaginada separación y comenzamos a recordar nuestra verdadera naturaleza.“3
Aunque la expansión de nuestro sentido de identidad puede ser entendido de diversas maneras, el propio trabajo de Naess y otros investigadores esta basado en la sabiduría espiritual de tradiciones alrededor del mundo (Cristianismo, Budismo, Taoísmo, tradiciones indígenas) y el anhelo humano de desarrollar las facultades latentes en su interior. Sin embargo, no es en lo absoluto necesario formar parte de alguna religión o grupo espiritual para ser partidario de la ecología profunda. El magnetismo de la propuesta radica en que es una invitación tanto práctica como filosófica que reconoce la presencia y valor de la vida misma, apuntando al desarrollo último de todos los seres por igual.
Principios de la ecología profunda
Aunque postulados hace ya 40 años por Naess, los principios enumerados a continuación siguen vigentes, contribuyendo a generar un debate fructífero y refinando distintos matices de las ecosofías actuales. La ecología profunda se caracteriza por:
- Rechazar la imagen del humano-en-el-ambiente a favor de una imagen relacional y de totalidad.
- Promuever el egalitarianismo biosférico o la igualdad de todo ser viviente.
- Resaltar el valor de la cooperación y la simbiosis.
- Sostener una postura anti-clase.
- Luchar en contra de la contaminación y la explotación de los recursos.
- Promover la complejidad, no la complicación.
- Fomentar la descentralización y la autonomía local.4
Lejos de ser una propuesta perfecta, la ecología profunda nos invita a recobrar un sentido de confraternidad con la red de la vida. El ensanchamiento de nuestro sentido de identidad despierta en nuestro interior la habilidad de cuestionar hábitos que normalmente pasarían desapercibidos. Al cuestionar ciertas pautas conductuales somos capaces de develar el sistema de valores que los informa y plantearnos, de manera sincera, si aquella compra, modo de transporte, prenda de vestir, habito alimenticio o destino vacacional contribuye al florecimiento de la vida. La oportunidad de fomentar una vida mejor para todos yace en nuestra capacidad de ir más allá de los dictados de una sociedad que busca maximizar sus ganancias y vendernos una forma de vida en guerra con la Tierra. La ecología profunda nos ayuda a reorientar nuestros esfuerzos hacia un futuro que da cabida a todos los seres.
1 En: Jon Kabat-Zinn, “La práctica de la atención plena” (Barcelona, España: Editorial Kairós), 333.
2 Arne Naess, “The shallow and the deep, long-range ecology movement. A summary.” Inquiry 16, 1: 95-100.
3 John Seed, “Beyond Anthropocentrism” In: Thinking like a mountain: towards a council of all beings (Philadelphia, PA: New Society Publishers, 1988), 36.
4 Arne Naess, “The shallow and the deep, long-range ecology movement. A summary.” Inquiry 16, 1: 95-100.