La cosmovisión holística:
Hacia un entendimiento integral de lo científico y lo personal
Adrián Villaseñor Galarza
Escrito en 2005 y publicado en el 2008 como Holistic Worldview: Towards an Integral Understanding of the Personal and the Scientific. Ludus Vitalis, Journal of Philosophy of Life Sciences, XVI (30).
Introducción
Hoy en día en el ámbito científico occidental existen diversas corrientes filosóficas que caracterizan y dirigen la adquisición de conocimiento, las cuales informan de manera directa nuestra conducta en las diferentes esferas de actividad. Estas influencias dictan lo aceptado, lo incorrecto y lo tolerable, delineando nuestro papel dentro de la sociedad de acuerdo a suposiciones acerca del funcionar del cosmos. En otras palabras, la visión dominante de la realidad física moldea la forma en que percibimos el mundo.
Es importante mencionar que las concepciones de la realidad, colectiva y personal, han cambiado drásticamente con el paso del tiempo. Por más que se nos haga tangible y evidente la descripción vigente de nuestro entorno, no es más que una descripción que adquiere significado en determinadas circunstancias geográficas, temporales y culturales. Dicho esto, podemos distinguir de manera muy general dos caminos epistemológicos que han arrojado luz, en los últimos cientos de años, al quehacer humano en las sociedades occidentales; el mecanicista y el holístico.
El mundo: holísitco o mecánico
La cosmovisión mecanicista, siendo por mucho la más común, tiene como metáfora guía la máquina y propone que vivimos en un mundo fundamentalmente carente de vida, creatividad e innovación. Los componentes sólidos del universo presentan un comportamiento lineal de causa y efecto por lo que es posible predecir, controlar y manipular la naturaleza. En esta perspectiva todo es reducido para ser comprendido. Todo y todos, excepto los humanos, están desprovistos de conciencia, la capacidad de sentir y de experiencia subjetiva. El Homo sapiens es portador de la verdad absoluta y por derecho propio es el amo y señor de los objetos a su alrededor.
El mundo-máquina del que vivimos alienados está conformado por fragmentos ordinarios de materia, llámese piedra, nube, edificio o árbol, sin ningún significado ni valor a parte del beneficio que nos proporcionan. Las piedras las utilizamos para crear materiales de construcción o generar edificaciones que nos sirven para vivir. Las nubes acarrean las aguas necesarias para que el árbol crezca y nos provea de los servicios ambientales necesarios para nuestra subsistencia. En diferentes grados, este conocimiento es la base de la organización y estructura de las sociedades humanas modernas e industrializadas de hoy en día.
En contraste, la cosmovisión holística fue la representación predominante del mundo en tiempos antiguos y no fue hasta hace algunos cientos de años que la visión mecanicista llegó a ser el lente por el cual la mayoría de los seres humanos perciben el mundo. Civilizaciones antiguas como la Maya, la Egipcia o la Celta eran capaces de verse como parte activa de la totalidad del cosmos y moldeaban conscientemente sus vidas en base a eventos naturales como el movimiento de los astros o el cíclico fluir de las estaciones.
La cosmovisión holística bajo la metáfora orgánica, argumenta que el cosmos es un ente dinámico y creativo constituido por entidades complejas. Estas entidades fluidas y adaptativas se relacionan de manera no-lineal caracterizada por una perenne innovación que resulta en la imposibilidad de predecir la naturaleza. No existen las “cosas” u objetos, solo una vasta red interactiva de seres sensibles y conscientes llenos de significado y valor. En palabras de Thomas Berry: el Universo es una comunión de sujetos no una colección de objetos.1 Con este punto de vista, el saber emerge a través de una participación integral-subjetiva con otras entidades en base a la matriz contextual de la que emergen éstas interacciones.
El cambio de percepción holística a mecanicista trajo enormes mejoras a la raza humana en prácticamente todos los aspectos haciéndose más tangibles en el reino tecnológico; desde el transporte hasta la medicina. La utilidad y la eficacia de la cosmovisión mecanicista son incuestionables. No obstante, estas mejoras ocurrieron al enorme costo de perder gradualmente nuestra conexión con la naturaleza y el cosmos en general y con una sensación de perdida y vacío tan característica del hombre moderno. Es como si los habitantes de las sociedades actuales percibieran en alguna parte indeterminada de su ser, la gran perdida de un sentido de pertenencia para con su entorno y la naturaleza.
Esta erosión de sabernos embebidos en un contexto mas amplio y la consecuente pérdida de empatía para con los organismos humanos y no-humanos deriva de la creencia de que existe un abismo entre el mundo “exterior” y el mundo “interior” o personal. El mundo y las personas se encuentran completamente distantes. Así, la humanidad ha llegado a percibirse como algo separado y superior a todo lo demás, ya que todo lo demás esta constituido meramente por “cosas”.
La percepción mecánico-reduccionista que indudablemente es , al menos en parte, responsable de la fragmentación del hombre y su ambiente, en conjunto con los grandes avances tecnológicos que caracterizan este enfoque, han generado la crisis psico-ecológica planetaria que vivimos hoy en día. Pareciera que hemos olvidado que los ritmos de la Naturaleza son la base de toda actividad humana y cuando operamos en contra de ellos, la gente y sociedades enferman, la naturaleza es explotada y especies enteras son amenazadas.2
Transformación holística
El tiempo ha llegado para cambiar nuestras actitudes, prácticas y creencias a través de una transformación en la manera en que adquirimos conocimiento y en que percibimos el mundo. Estamos terriblemente necesitados de encontrar maneras menos destructivas, más sanas y realmente sustentables de relacionarnos con el mundo. El ancestral y a su vez nuevo modo holístico de percepción, informado por recientes avances científicos, se revela a sí mismo como uno de los procedimientos más interesantes y efectivos para lograr la necesitada metamorfosis.
La percepción holística difiere principalmente de la cosmovisión mecanicista en el hecho de que concibe al cosmos en su totalidad, no como una enorme maquina sino como un ente orgánico caracterizado de innovación, cambio y espontaneidad. Este supuesto, subyace y dirige todo conocimiento y conducta derivado de la cosmovisión holística.
La cosmovisión holística abarca una visión más amplia de la naturaleza que la visión mecanicista, ya que no sólo se enfoca en los aspectos de ésta que pueden ser sometidos a medición. Tomando en cuenta el valioso conocimiento derivado de las cantidades pero a su vez asignándole el mismo peso a las cualidades, el modo holístico de percepción crea exitosamente una manera más completa e integral de relacionarse con el mundo. Existen ya, diversas metodologías que expresan esta unificación entre cantidades y cualidades, 3 demostrando que la creación de estructuras integrales de conocimiento es posible.
En el enfoque de la cosmovisión holística se parte de la certeza de que el ser humano no vive en un mundo aparte. El ser humano es naturaleza y experimenta su entorno como una entidad orgánica con la cual participa y se relaciona en vez de buscar su manipulación y control. . El ser humano “es un ser de relaciones y no solo de contactos, no solo esta en el mundo sino con el mundo,”4 por lo que la percepción holística reconoce la intima conexión del ser humano y su entorno.
Las acciones de aquel individuo que encarne la percepción holística no obstaculizan ni influyen negativamente en los flujos naturales de energía de los sistemas ecológicos. Por el contrario, sus costumbres, estructuras, economías, tecnologías y demás, se adhieren al flujo intrínsecamente sustentable de la naturaleza y su habilidad para mantener la vida. En palabras de Fritjof Capra, ese individuo ha pasado por un proceso de eco-alfabetización. Las actividades basadas en la percepción holística son informadas por sus alrededores e imitan las comunidades de plantas, animales y microorganismos, provocando patrones de conducta auto-sustentables.
Es de suma importancia evidenciar que la vida en sus diferentes expresiones presenta el mismo patrón de organización que nos permite auto-producirnos a través del tiempo. Desde una bacteria hasta el planeta que habitamos mantienen el mismo proceso autopoiético que les provee su identidad y que se caracteriza por ser un estado en el que la conciencia se manifiesta. En palabras de Maturana: Los sistemas vivientes son sistemas cognitivos y la vida como proceso es un proceso de cognición. Esta declaración es válida para todos los organismos, con o sin un sistema nervioso.5
La propia organización de lo vivo es el proceso de estar consciente y las interacciones del organismo viviente con su entorno son interacciones cognitivas. Así, toda expresión de vida compartimos la misma organización básica que nos permite vivir, caracterizada por la conciencia y por un proceso emotivo de “hacer sentido,” de traer significado y valor a la existencia.6 Por esto, en el modo holístico de percepción se concibe a toda expresión de vida como sintiente y con un valor inherente, lo que contribuye a disolver la división cartesiana entre mente y cuerpo o sujeto y objeto.
Muchos de nosotros pudiéramos objetar que la objetividad con la que se adquiere el conocimiento es tal, que hemos logrado incursionar al espacio exterior o teledirigir un misil con una precisión milimétrica al otro lado del mundo. Sin embargo, si echamos un vistazo un poco mas profundo encontramos que esto no es así. En este sentido es útil reconocer que las teorías y modelos científicos que dan forma a nuestra visión del mundo, necesariamente contienen el sello de las experiencias de vida, en los aspectos racionales, sentimentales, intuitivos y sensuales, de los investigadores en cuestión. Las vivencias de los investigadores se mantienen como la plataforma de toda su objetividad, ya que lo que sea que perciban está entrelazado con su propia subjetividad y la capacidad dinámica sintiente del mundo.7 Así, la cosmovisión holística reconoce la indivisibilidad de las experiencias subjetivas y objetivas sin caer en extremos relativistas o puramente empíricos. Por el contrario, la unificación de ambas experiencias apunta hacia un entendimiento mas completo del conocimiento adquirido.
Gracias a que reconoce que la interconexión e interdependencia son la base del funcionar del cosmos, la percepción holística está embebida y modulada por el flujo natural en que los fenómenos ocurren y no por encima de ellos. Esto nos devuelve a nuestro “lugar natural” en la red de la vida y nos descubrimos en un mundo nuevo libre de la plaga de la cosificación, imbuidos por un sentimiento de pertenencia y empatía con el mundo mas-que-humano. Este es un paso importantísimo, ya que al regresarnos a nuestro lugar natural en la red de la vida, el modo de percepción holístico nos libera de la ilusoria posición de superioridad que poseíamos. Nos trasladamos del antropocentrismo al ecocentrismo. Nos proporciona la humildad necesaria para darnos cuenta de que nosotros los humanos, no somos ni más ni menos que una rana o una garrapata, de la misma manera que un hombre blanco no es ni más ni menos que un hombre de color. Esto implica que una ‘ética ecosferica’ entra en juego, en la que el planeta Tierra y su intrincado tapiz de entidades orgánicas e inorgánicas es respetado y honrado y no solo apreciado por el beneficio que supone al ser humano.
Este respeto se plasma también en el reino inmediato de nuestras vidas en la esfera de lo social. Las nociones dominantes de desarrollo y progreso en nuestras sociedades dictadas por la competencia, la ‘sobrevivencia del más apto’ y la acumulación de bienes materiales a costa del bienestar ajeno son dejadas en el olvido. En el modo holístico de percepción, los valores de competencia e individualismo son reemplazados por la cooperación y el pleno reconocimiento de la unidad en la diversidad dando paso formas menos egoístas de subsistir y estar en comunidad.
Bajo el lente del modo holístico de percepción, el cosmos es una red de totalidades interdependientes y cooperantes con propiedades irreducibles. El conocimiento adquirido esta formado por cualidades y cantidades y por experiencias subjetivas y objetivas que hacen de éste una experiencia integral de transformación personal. El ser humano está en y con el mundo en una relación recíproca y participativa, mientras que el proceso autopoiético de ecoalfabetización y la ética resultante es parte fundamental de la vida diaria.
Estas características hacen de la cosmovisión holística el paso a seguir en la evolución de las sociedades occidentales y nos brinda el conocimiento necesario para lidiar con los retos actuales de nuestras sociedades y su entorno y reformular el rol y la identidad de las personas dentro de ellas.
Mecanicismo como puerta de entrada
Pero, ¿Cómo lograrlo? ¿Como dar los primeros pasos en esa dirección? La respuesta puede ser más simple de lo que se pudiera pensar. Como pudimos apreciar, existen diferencias radicales entre la percepción mecanicista y la holística. Sin embargo, estas formas de percepción no dejan de ser eso, alternativas perceptuales de los seres humanos que tienen el propósito de dar forma y significado al conocimiento que adquirimos y al mundo que nos rodea. Por más diametralmente opuesta que parezca la alternativa mecanicista de percepción a la holística, esto no es así.
La cosmovisión mecanicista se encuentra dentro de la cosmovisión holística, es solo un aspecto de ella, una versión limitada de la multi-dimensionalidad de la realidad. Aun así, es posible utilizar esta visión limitada del cosmos como puerta de entrada para acceder a una versión mas amplia; la percepción holística. De hecho, algunas prácticas y metodologías mecanicistas pueden ser muy útiles para ganar acceso a la cosmovisión holística, otorgando propósito y rigor a esta visión más amplia.
El viaje de la cosmovisión mecanicista a la holística es un proceso de cambio, de transformación de nuestras realidades personales y colectivas en las que ganamos lo que hemos perdido; nuestra conexión con la naturaleza y el mundo mas-que-humano. Esta reconexión nos catapulta a una realidad colmada de creatividad, ética, empatía y armonía que extiende las fronteras de la realidad a reinos misteriosos que nos ofrecen nuevas maneras de hacer ciencia y vivir nuestras vidas. Este gran salto perceptual literalmente transforma nuestro mundo y crea nuevas maneras de relacionarnos con la realidad, devolviendo el asombro y respeto a nuestra vida diaria. Los resultados de nuestra reconexión con el cosmos serían prontamente evidentes en nuestra realidad compartida como especie, que a la vez serian fielmente reflejados en nuestro interior.
Bibliografía
- Swimme, B. y Berry, T. 1992. The Universe story: From the primordial flaring forth to the ecozoic era. HarperSanFrancisco. p. 243
- Aizenstat, S. 1995. Jungian psychology and the world unconscious. En: Ecopsycholgy: Restoring the earth, healing the mind. Rozsak,T., Gomes, M. y Kanner, D. Sierra Club Books. San Francisco
- Goodwin, B. 2001. How the leopard changed its spots: The evolution of complexity. Princeton university press. p. 252
- Freire, P. 1969. La educación como práctica de la libertad. México Siglo XXI-Tierra nueva. p. 151
- Maturana, H. 1970. Biology of cognition. En: Autopoiesis and cognition: The realization of the living. Maturana, H. y Varela, F. 1980. Riedel publishing company. Holanda
- Thompson, E. 2004. Life and mind: From autopoiesis to neurophenomenology. A tribute to Francisco Varela. Phenomenology and the Cognitive Sciences 3:381–398
- Abram, D. 1996. The spell of the sensuous: Perception and language in a more-than-human world. Vintage books. p. 326